La vitamina D es fundamental en el organismo para la fijación del calcio, así como otros minerales en los huesos, y la principal forma en que se adquiere es estando expuestos al sol.
¿El problema?, utilizar protectores solares todo el tiempo ha provocado un déficit de esta sustancia en la población aumentando los casos de enfermedades óseas
El sol, una fuente de vitamina D
En el ser humano hay dos fuentes de vitamina D: D2 y D3. Mientras que la primera es la que se adquiere a través de los alimentos, la segunda y más necesaria, se consigue por medio de los rayos del sol. A este proceso se le conoce como fotobiogénesis.
El tiempo que tarda la síntesis de la vitamina D por este método depende de varias cosas, desde la edad (las personas mayores tardan más, hasta en dónde se vive, las costumbres y la tonalidad de piel (mientras más oscura, más tiempo al sol requiere).
Los expertos afirman que las personas que viven en grandes ciudades o que han estado hospitalizadas por mucho tiempo también son propensas a carecer de vitamina D, pues no reciben la luz del sol.
“Edificios altos que impiden la llegada de los rayos solares a la superficie, la escasez de espacios abiertos suficientemente soleados, la contaminación atmosférica con capacidad para bloquear la radiación ultravioleta efectiva para sintetizar la vitamina D, y un hábitat propio con viviendas oscuras favorecen el desarrollo de estados carenciales de la vitamina”, señala la monografía.
La alimentación ayuda, pero…
El documento afirma que la vitamina D2 se encuentra en muy pocos alimentos, lo que significa que tampoco es suficiente para satisfacer las necesidades del cuerpo.
Para solucionar esto, se han enriquecido con vitamina D algunos productos que se encuentran en el mercado, tales como lácteos, mantequillas y zumos, sin embargo, los expertos comentan que no es suficiente para lo que requiere el cuerpo.
Viejos problemas vuelven
La carencia de vitamina D ha traído de vuelta enfermedades que ya se tenían controladas en países desarrollados como el raquitismo y la osteomalacia, de acuerdo con la investigación.
Según se explica, esto está ocurriendo debido a la migración que está llegando a España desde el área del Magreb, África subsahariana y de la región indopakistaní, culturas que por sus tradiciones y costumbres no tienen mucho contacto con el sol.
“Siguen utilizando sus indumentarias tradicionales que cubren la mayor parte del cuerpo, mantienen una vida social que transcurre en el interior de las viviendas y tienen escasa actividad al aire libre”, señala la monografía.
Por un lado está el raquitismo, enfermedad infantil que determina un retraso de crecimiento y el desarrollo de deformidades óseas graves.
En el caso de los mayores puede ocurrir lo mismo, pero lleva por nombre osteomalacia. Aquí, existe una pérdida considerable de masa ósea que trae como consecuencias posibles caídas y fracturas graves.
¿Huir o no del sol?
El estudio arroja entre sus resultados que el déficit de la vitamina D aumenta durante el invierno en un 40% en adultos, motivo por el que las personas deben pasar más tiempo al aire libre en esta época del año, además de consumir pescado y complementos vitamínicos recomendados por un médico.
Durante el verano no hay que dejar de usar protección solar, pero los especialistas recomiendan colocarlo un poco después de haber estado expuesto al sol, de esta forma, habrá un periodo de 15 o 20 minutos en los que la piel reciba directamente los rayos.
Claro que, como se señala antes, cada piel es distinta y el tiempo de la síntesis varía, por lo que es recomendable acudir a un dermatólogo para que nos oriente.