Oriundos de la ciudad de Banda del Río Salí se consagraron el brasil donde fueron distinguidos por su participación en un festival internacional. Sus serenatas no tal solo musicalizan el inicio de un amor, también dan la estocada al desamor.

Como los sones de los mariachis que le ponen música al amor y al desamor, a la alegría y a la tristeza. Los Mariachis de León nacen de una pena y hoy son la mayor felicidad del trompetista Joel Lazarte. En febrero de 2017, Gisela, su hermana mayor, le pidió prestada la moto para hacer un viaje junto a su pareja y falleció en un accidente en las rutas de Salta. Joel cayó en una profunda depresión y, cuando estaba en el peor momento de su vida, un amigo lo animó a formar la banda. Esa misma banda de mariachis que acaba de recibir una distinción por su participación en la séptima edición del Festival Internacional de Música Sonata que los tuvo de gira por distintas ciudades del Estado de Paraná, en Brasil. “Empezamos muy de abajo, los primeros sombreros con los que tocamos eran de cotillón”, dice el trompetista que aprendió a bordar para engalanar su traje de mariachi. 

De la música de los mariachis, a Joel lo encantó el sonido de la trompeta. Su padre escuchaba música evangélica mexicana y esas trompetas fueron la banda sonora de su infancia en el barrio El Palomar en Banda del Río Salí. A los 18 años empezó a tomar clases del instrumento con el profesor Rafael Amahd. La primera banda de mariachis que integró fue Mariachis del rey que, tras el fallecimiento de uno de sus músicos, se desintegró. Hasta que, en medio de su tristeza, se animó a formar Mariachis de León, nombre que tomó del Estado mexicano de Nuevo León y en honor a su hijo: Leonel. “Para mí esto no es un hobby. Nosotros lo tomamos muy enserio y siempre tratamos de mejorar en todo sentido”, explicó.

El primer recital de los Mariachis de León fue el 3 de mayo de 2017 en la rotonda que está frente a la terminal de ómnibus. Lejos estaban entonces de los ostentos y coloridos trajes de charros y las camisas pachuqueñas que visten hoy y que han sido importadas desde el México DF.  Entre aquellos sombreros de cotillón y estos auténticos sombreros mexicanos han pasado el tiempo y los escenarios. Desde aquellos primeros tiempos hasta ahora ya han cambiado cuatro conjuntos de trajes recuerda Joel para dar cuenta del progreso de la banda. A esos primeros trajes los bordó con sus propias manos entre mate y mate. “La necesidad me hizo aprender”, recalca el músico todoterreno. 
“El público tucumano es muy romántico, regala muchas serenatas”, reflexiona Joel. Esos regalos suelen sonar en los casamientos, fiestas de quince, cumpleaños y homenajes tucumanos. Y hasta llegaron a tocar en un velorio, al lado del ataúd, porque el difunto era fanático de su música y ni muerto se la quería perder. Según explica el trompetista, les gusta preparar detalladamente cada espectáculo, elegir el atuendo indicado para la ocasión y las canciones que tocarán entre un repertorio de más de setenta canciones, entre las que se destacan los grandes éxitos de Luis Miguel, Pedro Infante, Vicente Fernández, entre otros ilustres mariachis mexicanos. Eso sí, si tienen que hacer su propia versión de la canción de la película “Coco” o de algún chamamé, también lo hacen. Para Joel un buen mariachi tiene que ser un buen músico, pero a la vez un buen didacta en el escenario porque un mariachi tiene también mucho de pedagogo. 


En tiempos de redes sociales, Tinder y demás propuestas virtuales para propiciar romances, las serenatas pueden sonar como mensajes de amor muy anacrónicos. Pero en la provincia hay muchos románticos de la vieja escuela y ahí es donde los mariachis parecen más efectivos que los amarres de las curanderas. Cada vez que intervienen con su música en las reconciliaciones, la efectividad es de un 70%, de acuerdo a la estadística personal de Joel. Pero explica que la clave de ese éxito no es ir a tocar y nada más, sino que deben reunirse antes con el enamorado y la enamorada para ver cuáles han sido las causas de la ruptura y la historia de ese amor a reparar. Los mariachis son músicos, pero también terapeutas de corazones.
Claro que la música no basta y la serenata no siempre funciona. Les ha tocado ver ramos de flores y cajas de bombones volando por los aires y rostros de desencanto. Pero lo peor lo vivieron una vez que tocaron para un enamorado que pretendía volver con su pareja. Al comenzar las canciones, la chica se puso a llorar y no tardaron en salir su madre y su hermano a golpear al novio arrepentido. Tuvieron que dejar de tocar y ponerse a mediar para terminar con la trifulca. Para Joel, la clave está en ser respetuosos con la gente: “Son momentos incómodos, pero nosotros sólo hacemos nuestro trabajo”. 

CORTESÍA: EL TUCUMANO

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